Corazón de atleta

por | Ago 29, 2007 | Actividad Física

Ser corredor de fondo, ampoule de medio fondo o dedicarse al atletismo, link implica una exigencia particular para el corazón y por supuesto para el resto de los músculos y para las articulaciones. En esta nota, un análisis sobre qué sucede con el cuore al hacer ejercicios físicos de alto impacto.
La práctica de un esfuerzo físico conlleva una serie de respuestas por parte de nuestro organismo. Si este esfuerzo es aislado y no se repite en dos, tres semanas o más tiempo, estamos frente a una «Respuesta Fisiológica Aguda». Por ejemplo, si jugamos al fútbol cada tanto o si un día nadamos en el mar, o subimos un cerro caminando el cuerpo para poder hacer ese esfuerzo da una respuesta aguda. En este tipo de respuesta el organismo intenta suplir las necesidades temporales de este esfuerzo físico, pero el trabajo no deja ninguna huella y ha servido para pasar un rato aislado de deporte. En resumen se realiza una demanda aguda y se obtiene una respuesta también aguda.
Pero cuando este esfuerzo físico se repite con una determinada intensidad, duración y periodicidad en el tiempo, claramente estamos frente a lo que llamamos un «entrenamiento». Sobre las posibilidades de que estas tres variables difieran en mayor o menor grado va a influir, la edad del individuo y la condición física de la que se parte al principio de todo el proceso. Además sobre la peculiaridad de cada uno en responder de una manera o de otra a este entrenamiento van a influir factores genéticos que condicionarán. Es decir aunque un grupo de personas realice el mismo entrenamiento, la respuesta en el rendimiento va a ser diferente por estar condicionada por factores genéticos individuales. La respuesta que obtendríamos frente a este estímulo del ejercicio físico continuado sería la de una adaptación crónica del organismo en general.
Los efectos biológicos que van a tener lugar como consecuencia de esta adaptación crónica se van a manifestar básicamente sobre el sistema músculo-esquelético, (hipertrofia del músculo, aumento de la fuerza, velocidad, elasticidad mayor de los ligamentos etc. ); sobre la sangre (aumento del hematocrito, hematíes etc. ); sobre la composición corporal (reducción de la grasa corporal, aumento del músculo ó masa magra etc..); pero sobre todo, los cambios más importantes, son los que tienen lugar sobre el sistema de aporte de oxígeno, que está constituido principalmente por el aparato respiratorio y por el sistema circulatorio (corazón, arterias, arteriolas, capilares, venas).
Sobre el aparato respiratorio podemos decir muy poco, ya que aunque se producen unos cambios muy importantes durante el ejercicio físico, si este sistema esta en condiciones normales no es causa ni origen de ninguna limitación durante el esfuerzo.
Sobre el corazón se van a producir unos cambios básicamente definidos por, una hipertrofia del músculo cardiaco (aumento de tamaño de la fibra cardiaca), aumento de las cavidades de los ventrículos, reducción de la frecuencia cardiaca en reposo y en el ejercicio submáximo y aparición de alteraciones en el ECG basal consistentes en alteraciones de la repolarización, trastornos de la conducción y algún tipo de arritmia, siempre benignas. Todo estos cambios producen lo que ha dado en llamarse «el síndrome del corazón del atleta» y es la expresión de una adaptación crónica del corazón a una demanda continuada en el tiempo y a una determinada intensidad de ejercicio.
Es obvio que el músculo cardíaco se diferencia del músculo esquelético. Todos comprendemos que un trabajo físico nos puede llevar a la extenuación por agotamiento del músculo esquelético y que este para recuperarse necesita un tiempo de reposo y de descanso. Pero lógicamente el corazón no se puede tomar ni un segundo de descanso.
Estas diferencias nos hacen comprender que, aunque se trate de músculos, las diferencias entre ellos son evidentes. Desde el punto de vista del almacenamiento de energía el músculo esquelético tiene una disponibilidad para cerca de una hora y a partir de ahí echa mano de otras fuentes de glucógeno ( glucógeno del hígado ) y luego de las grasas etc. Sin embargo, el corazón tiene muy poco espacio dedicado al almacenamiento tanto es así que su energía se agotará si realizamos un esfuerzo máximo en unos 16-18 segundos y en condiciones de reposo en 40 segundos aproximadamente. Estamos entonces frente a unas células musculares cardiacas especializadas en obtener muy rápidamente moléculas de alta energía (ATP, fosfato creatinina) ya que dispone en sus células de una concentración mayor de mitocondrias (las fabricas del ATP ó Adenosis Trifosfato) que el resto de células musculares, pero a su vez para obtener esta gran cantidad de energía tienen estas células una dependencia «casi» exclusiva del oxígeno.
La extracción del oxígeno por parte del corazón desde la sangre se realiza «al máximo» incluso en reposo, hecho este que no tiene lugar en el músculo esquelético ya que en reposo este extrae el 25% del total del oxígeno que a el le llega y en el máximo esfuerzo puede llegar a extraer entre el 75-80% . Por lo que el corazón en el máximo esfuerzo como ya solicita todo él oxígeno al máximo, para suplir esas necesidades mayores durante el ejercicio, lo que hace es «aumentar» el tamaño de las «cañerías» que le llevan la sangre. Es decir aumenta el tamaño de las «arterias coronarias», las que se adaptan aumentando el calibre temporalmente durante el ejercicio (vaso dilatación) ó aumentando el diámetro de los vasos de manera constante. Por ello podemos encontrar en los atletas de elite como ciclistas, corredores de fondo etc. arterias coronarias con un tamaño el doble ó el triple incluso del calibre de un individuo normal. Es decir podemos encontrar calibres entre 6-7-8 milímetros.
Otra adaptación del corazón cuando se realiza un entrenamiento aeróbico regular es un alargamiento de la fibra muscular cardíaca que conlleva a un aumento de las cavidades cardíacas. Esto es lo que se conoce como cardiomegalia. Las consecuencias de este aumento del tamaño son que en cada «embolada» de sangre el volumen de ésta es mayor y por consiguiente la cantidad de oxígeno que transporta la sangre en cada latido está aumentada. Otra de las adaptaciones importantes es la reducción de la frecuencia cardíaca tanto en reposo como en el esfuerzo submáximo (entre el 70-75% del máximo). Esto significa que un individuo en reposo, sin entrenamiento, su corazón tiene una frecuencia de latidos por minuto de aproximadamente 70 y como la cantidad de sangre que bombea de media es alrededor de 70 cc. en cada latido, si multiplicamos las dos cifras obtendremos un total de 4.900 cc. de sangre por minuto (a esta cifra se la conoce como gasto cardíaco, cantidad de sangre bombeada por el corazón en un minuto).
En un individuo entrenado, en reposo, su corazón puede latir alrededor de 40 latidos y como el corazón de este individuo está agrandado, la cantidad bombeada sería mayor y ésta supondría aproximadamente una media de 120 cc. de sangre en cada «embolada». Si multiplicamos los dos valores obtendremos un total 4.800 cc. de este modo podemos observar cómo en reposo se bombea la misma cantidad de sangre por los dos individuos.
Otra diferencia es la que ocurre a niveles de ejercicio submáximo. El individuo no entrenado esta empezando a cansarse y el individuo entrenado para hacer el mismo esfuerzo y bombear la misma cantidad de sangre que el no entrenado necesita menos pulsaciones y, por lo tanto, realiza el mismo nivel de trabajo con menos esfuerzo. Ya en el esfuerzo máximo podemos observar como los dos individuos tienen a sus corazones latiendo al máximo, como es lógico podemos calcular como el individuo entrenado bombea mas sangre que el no entrenado pudiendo, a veces, alcanzar este incremento hasta un 70-80% más de sangre en uno que en otro. Es lógico pues que el individuo entrenado realice esfuerzos más duros y de mayor duración al bombear su corazón más sangre.
Con respecto a la frecuencia cardíaca hemos visto que con el entrenamiento ésta puede reducirse en reposo y en el ejercicio submáximo, pero en el ejercicio máximo ésta no se modifica.
La frecuencia cardiaca máxima viene condicionada normalmente por la edad, la fórmula para calcularla es 220 menos la edad en años ( un individuo de 40 años tendría su frecuencia cardiaca máxima en 180 latidos). Es decir por mucho que se entrene un individuo, esta no se modificará, pero tal como hemos visto antes la diferencia con el no entrenado es que bombeara más sangre estando los a la misma frecuencia cardíaca.
Estos cambios sobre la frecuencia cardíaca en reposo y en el esfuerzo submáximo suponen la adaptación más importante que el corazón realiza como respuesta al entrenamiento y de entre todas las modificaciones que se engloban dentro del «síndrome del corazón del atleta» y que hace años eran consideradas como una enfermedad cardíaca y hoy en día sabemos que son normales.

Fuente: Daniel Andión Esparza, atleta español
http://infofitness.infobae.com

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