El uso (y abuso) de la tecnología en cuarentena: consejos para una alianza sin apego

El uso (y abuso) de la tecnología en cuarentena: consejos para una alianza sin apego

Aislados pero hiperconectados. Así estamos todo el día en casa, con el celular encima, home office full time y la vida social a través de una pantalla. En esta nota, el “manual de uso” saludable de la tecnología, con las claves y consejos de un especialista.

Los humanos somos seres sociales y necesitamos relacionarnos de alguna manera para subsistir, más bien para existir.

Dado que el aislamiento preventivo se basa principalmente en disminuir el contacto físico entre las personas y evitar el contagio del virus COVID-19; es que buscamos la manera de seguir relacionándonos evitando el contacto físico.

Hemos naturalizado el uso de la tecnología con cierta rapidez y facilidad, adaptándonos a la realidad que nos toca y aceptando esta nueva forma de vincularnos virtualmente.

Así empieza su columna exclusiva para Para Ti el ingeniero y coach Miguel Cané,  Gerente General de La Posada del Qenti, Centro de Bienestar Médico pionero en Argentina en Tratamientos Personalizados para el Cambio de Hábitos.

El celular, el nuevo barbijo virtual

Leemos las noticias por internet desde el teléfono, trabajamos desde la computadora, realizamos compras online, charlamos con nuestros seres queridos por videollamada y hasta festejamos un cumpleaños en una videoconferencia. Hoy la tecnología se ha vuelto una aliada.

El teléfono móvil se ha transformado en un elemento esencial, de hecho el 80 % de las personas en el mundo poseen uno. Incluso es más importante que la higiene personal ya que solo el 70% tienen a su alcance un cepillo de dientes (fuente: Jorge Seoane, de SAP BDM Mobil).

Antes del comienzo de la pandemia, el uso promedio de estos dispositivos era de 5 horas diarias, chequeándolo un promedio de 110 veces al día. Hoy se estima que, a causa del aislamiento, habría aumentado más del 60%.

La pantalla del teléfono se ha convertido en una ventana a través de la cual podemos conectarnos con el mundo, fuera de las paredes del encierro y sin riesgo al contagio.

El celular es hoy el nuevo barbijo virtual. Esta nueva forma de comunicarnos a través de mensajes de voz, videos, fotos y emoticones, está reemplazando a nuestra auténtica manera de relacionarnos.

Un beso pasó a ser un emoticón, un saludo se transformó en un mensaje de audio atemporal y un hermoso atardecer en una foto. En la era de los memes, la pandemia digitalizó nuestras emociones.

24 horas de mensajes de Whatsapp

Los adultos enviamos normalmente más de 50 mensajes de Whatsapp por día mientras que los adolescentes mucho más que el doble. Esto aumentó hasta un 120%, porque hoy casi la totalidad de nuestra comunicación es utilizando un medio tecnológico.

Nuestra necesidad de relacionarnos y sentirnos hasta llevó a los científicos a sugerir la práctica de sexo virtual, para reemplazar el contacto físico-amoroso.

Los peligros de la tecnodependencia

Lo que en algún momento supuso un avance tecnológico en compromiso de mejorar la comunicación del ser humano, y que antes de la pandemia nos  esclavizaba, hoy es un aliado de doble filo.

Por otro lado, esta ventana que nos permite comunicarnos con otras personas nos genera una dependencia peligrosa que nos podría afectar física, mental y emocionalmente.

La tecnología por un lado nos ayuda a relacionarnos, y por otro, si la usamos excesivamente, nos daña. A este uso excesivo es a lo que en La Posada del Qenti denominamos “Tecnologinitis”.

Tecnologinitis: la amenaza de una nueva pandemia

Esta nueva dependencia está generando consecuencias graves a nuestra salud, con afecciones en algunos casos irreversibles.

Tendinitis, dolor en cuello y espalda, síndrome del túnel carpiano, ojo seco, dificultad para respirar, dolores de cabeza, insomnio, estrés, vértigo, fatiga y mala digestión son solo algunas de las secuelas relacionadas al uso excesivo de la tecnología.

Hasta la postura corporal está cambiando. El uso permanente del teléfono requiere una nueva forma de pararse, con el cuello inclinado hasta los 60°, lo que equivale a llevar sobre la cabeza 27 Kg de peso.

Por supuesto, además de generar implicancias físicas, la “tecnologinitis” deriva en peligrosas conductas sociales.

“Adictos” al celular y a las redes sociales

La dependencia a las redes sociales genera una ansiedad comparable a la que sufren algunos adictos a las drogas. También aparecen afecciones nuevas como la “Nomofobia” que surge del inglés “no mobile phobia” y está define así al temor intenso e irracional que aparece cuando una persona no tiene su teléfono cerca.

“Ringxiety” es otra palabra nueva relacionada a la adicción al ringtone del smartphone, sobre todo cuando una persona escucha que el teléfono sonó cuando en realidad nunca lo hizo.

“Fomofobia” viene de “fear of missing out”, o sea, el miedo exagerado a perderse de algo que esté sucediendo en las redes.

Pérdida de placer, problemas de pareja y rotura del vínculo familiar son otras de las consecuencias graves que genera la adicción a la tecnología (recientemente declarada como enfermedad por la Organización Mundial de la Salud).

Un año de soledad (con el celular en la mano)

Pero quizás lo más grave de todo, es que el uso desmedido del teléfono, disrumpe la soledad, amputa la posibilidad de estar realmente solos, de aburrirnos, de pensar en pensar.

Con el teléfono en la mano y el mundo adentro de él, el concepto de soledad ha quedado disminuido a meramente una condición técnica geográfica.

El hecho de no aburrirse elimina todo tipo de requerimiento creativo haciendo que nuestro cerebro ya no tenga la necesidad de crear. La repetición de este hábito está disminuyendo notablemente nuestra capacidad creativa y lo que es peor aún, el uso de las herramientas del teléfono está reemplazando a los razonamientos que antes teníamos, poniendo en riesgo la evolución de nosotros como personas.

La capacidad de orientarnos ha sido reemplazada por el GPS, la memoria visual por las fotos, la lista del súper por un block de notas digital, la agenda por el calendario, el saber por google, la habilidad de hablar un idioma por el traductor automático, el despertador por la alarma y así podríamos seguir con un listado enorme de habilidades que el uso de la tecnología le está robando a nuestro cerebro.

Por supuesto que somos conscientes de todo esto a tal punto que hemos hecho una tregua con la tecnología, la cual hoy se ha vuelto primordial para sobrellevar el aislamiento, a pesar de las consecuencias que trae el exagerado uso que hoy le damos, más por necesidad, que por placer.

Consejos contra los efectos del uso excesivo de la tecnología

La “tecnologinitis” es un mal necesario que vamos a tener que solucionar a medida que volvamos de a poco a los hábitos normales, priorizando el contacto humano por sobre lo virtual.

Mientras tanto, debemos complementar el uso de la tecnología con la actividad física y generar hábitos saludables para minimizar las consecuencias negativas del uso excesivo de la tecnología.

Activar las notificaciones de llamadas y mensajes que realmente requieren de nuestra atención, evitando así los ruiditos molesto que invaden nuestros valiosos momentos de paz.

Salir de los grupos de Whatsapp que estamos por compromiso. De nada sirve estar por estar cuando miles de mensajes repetitivos no aportan nada a tu vida. Con educación y sin romper el vínculo personal uno puede salirse de los grupos que no suman contenido útil y que encima pueden ser transmisores de las famosas “Fake News”.

La victoria sobre uno mismo (testimonio)

La victoria sobre uno mismo (testimonio)

La obesidad fue el mal compañero que tuve desde siempre. Desde muy niña pasé por dietas y diferentes tratamientos para bajar de peso. También hacía actividad física, sildenafil practiqué natación, karate y gimnasia en el colegio. Pero las dietas no daban resultado porque nunca estaba convencida de seguirlas. Era mi mamá o a alguien de la familia quienes me insistían para ir al nutricionista y siempre me terminaba boicoteando porque comía a escondidas o consumía alimentos que no debía comer.

Rocio Gomez Miraglia

Rocío Gómez Miraglia, mind Karateca

Fui una bebé prematura, nací con cinco meses y medio de gestación. Como los médicos no sabían si iba a vivir, pasé por varios tratamientos con corticoides para terminar de desarrollarme. Les estoy muy agradecida a los profesionales del Hospital Materno Infantil de Mar del Plata y a los del Garraham de Buenos Aires porque estoy viva y puedo ver. Cuando nací, no tenía los vasos sanguíneos de los ojos suficientemente desarrollados y tuve desprendimiento de retina. Me operaron, actualmente tengo miopía y astigmatismo, pero con lentes veo muy bien.

Con el tiempo, me di cuenta de que los boicots que me hacía cuando intentaba seguir una dieta se debían a que me sentía angustiada, sentía enojo y ansiedad. Esa angustia y enojo también se debían al maltrato y la discriminación que sufrí en el colegio, algo que hoy es conocido como “bullying”. Mis compañeros lo hacían por diversión, pero a mí me hacía mucho daño. Aunque no lo demostraba en el momento, cuando llegaba a mi casa lloraba durante horas y comía lo que encontraba.

En septiembre del año pasado, decidí hacer un cambio. Me di cuenta de que si no lograba cambiar mi estilo de vida y mejorar mi salud moriría, ya que la obesidad mórbida no tiene otra salida. Fue así que tomé la determinación de preocuparme y ocuparme de mí y junto a mi papá, Walter, empezamos a buscar por Internet lugares para poder hacer un tratamiento que me ayudara a bajar de peso. Encontramos un centro en Villa Icho Cruz (Posada del Qenti), donde realizan tratamientos de sobrepeso y obesidad, leí su plan y me gustó. El 4 de enero comencé un camino de 14 días de aprendizaje e incorporación de nuevos hábitos. Entré pesando 123 kilos y salí con 117.

Lo más difícil del proceso fue sortear las tentaciones, en el lugar donde hice el programa no había ningún quiosco. Lo que me ayuda mucho es la práctica demindfulness (una técnica de meditación) que básicamente consiste en estar en el aquí y ahora, pensar y saber lo que estás comiendo y no comer de más. Comer hasta estar bien.

Esta experiencia de reaprendizaje de los 14 días me ayudó principalmente a conocerme a mí misma y a empezar a prepararme para realizar el año que viene un viaje a Japón, para conocer los orígenes del deporte que hace tantos años practico: el karate.

Comencé a practicar esta disciplina a los 3 años, y a los 15 obtuve la categoría denominada de “primer dan” (cinturón negro) que aún mantengo. Me inicié en la práctica porque un primo, Matías, lo hacía y me pareció interesante. Mi sensei(maestro) se llama José Tomás Ramírez y practicamos en el Doyo, el salón dedicado a la actividad, del Club Deportivo Español de Villa Gesell.

En mis días de tratamiento en Icho Cruz tuve el gran honor de conocer a Giuliana y Eduardo Novak. Giuliana es una referente para mí en esta disciplina marcial, porque ella logró llevar al karate a casi lo más alto que un deportista puede llegar: obtuvo el quinto puesto en el ranking mundial y esto no es fácil, más siendo mujer. Ella me inspiró mucho.

El karate es muy importante en mi vida, me dio disciplina y respeto por el otro, y también me otorgó recursos para la defensa personal, pero sobre todas las cosas me ayudó a confiar en mí misma. Como todo deporte, tiene reglas, pero para mí es una filosofía de vida, porque me ayuda a ver las cosas de otra manera. Me brinda herramientas para poder sortear esos obstáculos que puede tener el camino de una manera más racional en vez de tomarla del lado de la confrontación.

Con este cambio en mi vida estoy muy entusiasmada, nada es imposible, todo lo que uno se proponga con ganas y de corazón sin que nadie te obligue a nada, se logra; y cuando se ven los resultados es algo totalmente maravilloso. Nadie te lo puede sacar porque solamente vos con tu esfuerzo y ganas lo lograste.

Fuente: lavoz.com.ar

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